Solo de Agust Strindberg

Solo, traducción de Manuel Abella, Editorial Mármara, tercera edición en español, 2017.

 

Publicado en 1903, en esta suerte de crónica íntima o relato autorreferencial, escrito en forma de monólogo alternado con escasos diálogos; el personaje narrador, alter ego del dramaturgo y novelista August Strindberg (1849-1912), vuelve a su ciudad natal luego de una larga ausencia. De él solamente sabremos que tiene aproximadamente la misma edad que Strindberg, de inmediato se reencuentra con sus viejos amigos y aclara "rondamos todos los cincuenta años y los más jóvenes del grupo pasan los cuarenta". Estas reuniones se vuelven periódicas y el protagonista pronto descubrirá que ya nada lo une a ellos, como tampoco nada a ellos con él "la vida, a buen seguro, no había vuelto los juicios más benignos, pero la prudencia nos había enseñado que las palabras que uno dice acaban pasando factura"; así, cada tertulia resulta en una serie de olvidos de lo relatado en la anterior, diálogos inconexos: "podía suceder que, de manera completamente infernal, todos hablasen a la vez, sin que nadie pareciese comprender lo que decían los otros". Cuando finalmente logran articular un diálogo tampoco éste resultaba muy provechoso: "solía ocurrir que uno hablaba por turno, mientras que el otro, con los ojos gachos, aguardaba el momento de la réplica para luego dedicar un buen rato a soltar su propia perorata que no respondía al parlamento anterior y era un puro non sequitur".

Cuando el grupo de amigos resuelve encontrarse en la casa de alguno de ellos, la situación se vuelve más conflictiva porque se entrevén ocultos problemas conyugales. La suma de conflictos y pequeñas miserias se hacen más evidentes porque el protagonista es dramaturgo, tiene un afinado sentido para captar pasiones y debilidades humanas y, además, vive obsesionado por sus dos pasiones que le demandan búsqueda de soledad: leer y escribir. De manera tal que una lo colma hasta sentir una morbosa sensación satisfactoria que solo se calma cuando logra canalizar esta saciedad en un texto: "Si me paso todo el día escribiendo, al atardecer siento un vacío de perplejidad; me quedo con la impresión de que no tengo nada que decir y estoy agotado. Y cuando estoy todo el día leyendo, me siento tan lleno como si fuera a estallar".

El personaje de Solo, se aleja de las amistades y evita cualquier trato social. Vive en dos habitaciones amobladas con vista a la calle, en el piso superior de un edificio de departamentos, que alquila a una viuda. En su búsqueda existencial, ha optado por vivir totalmente despojado de bienes propios, pese a que dispone de la solvencia para tener lo que desee "no poseer nada, no desear nada, es hacerse inmune a los peores golpes del destino. Pero a la vez es una suerte tener dinero suficiente... pues en ello consiste la independencia, que es otra de las facetas de la libertad".

Desde las habitaciones, transformadas en atalaya, se refugia en su trabajo a la vez que observa -y escucha- a viandantes y vecinos; nada escapará de sus ojos y oídos; actitud que mantiene a lo largo de los paseos diurnos y nocturnos: "ahora me pongo definitivamente a escuchar, con el derecho que a todo escritor le asiste a hacerlo, cuando menos lo que se dice en la mitad de la calle".

De esta forma su monomanía por vivir en soledad se nutre, de manera paradojal, de la vida de los otros, transformado así no en un "escritor buitre" flaubertiano sino en un "escritor sanguijuela" o un "escritor parásito" que se nutre de fragmentos de historias que atrapa en sus flaneries, a la vez que nos lleva de acompañante en sus derivas urbanas y rurales.

A medida que la novela avanza nos vemos involucrados -y atrapados- en el relato y en su vida solitaria, de la misma manera que Ishmael y sus camaradas están aprisionados en el Pequod del autoritario capitán Ahab. Así, durante el periplo de tres años en la temporalidad de la novela, lo acompañamos en la historia de la apertura y quiebre de un negocio de ultramarinos, en sus paseos diurnos y los encuentro con el hombre que lo odia, el mayor retirado, la mujer del diezmo y la solterona de los perros; personajes que aparecerán en dos oportunidades con un año de diferencia.

A lo largo de ese año vemos como cualquier evento, o tranche de vie, que capta o atrapa -gestos, fragmentos de conversaciones, amoblados y decoraciones de habitaciones; cuando sus ocupantes han salido- le sirve o bien para completar un escrito o punto de partida. Se transforma así en un "cazador de historias" en las dos modalidades de la actividad cinegética: al acecho de la historia o, en una actitud más de predador, al rececho buscando la presa o el relato.

Dos pasajes magistrales del cazador al rececho. Uno es un paseo nocturno donde en la escena, que podría haber sido pintada por Balthus, el protagonista se ampara en la oscuridad para observar más seguro aquello que le interesa: un primer piso a la calle donde un grupo de personajes juegan a las cartas y, de espaldas a ellos, una joven aburrida hace labor de ganchillo y, de cuando en cuando, levanta la cabeza para dar un vistazo por la ventana; en un momento se cruzan las miradas, sólo que la joven no se entera porque el protagonista la observa desde las sombras, situación que lleva al climax el rol de voyeur del narrador; el reloj marca una hora que se escucha desde las sombras; alguien entra en la habitación, los jugadores dejan las cartas sobre la mesa, la joven vuelve la mirada, su rostro se ilumina y un viandante distraído choca con el protagonista, que no puede ver la cara de la persona que ha entrado. Otro pasaje magistral, ahora de caza al acecho, es la escena diurna de una mañana veraniega donde el protagonista, con un par de prismáticos observa, en pleno verano, todo lo que pasa en la playa distante; una niña atraca la canoa en la playa desierta, baja con el hacha a cortar ramas de abeto y tiene un cómico encuentro con una vaca.

En ambos casos vemos una suerte de "teoría del iceberg" de Hemingway avant la lettre, fragmentos de una historia encierran otro relato, que al lector permanecerá oculto.

De la misma manera, en esta temporada de finales de invierno -primavera y verano- vemos cómo algunas historias enunciadas en la primera parte se completan de manera parcial; aparecen: el hombre que lo odia, la mujer del diezmo y la solterona de los perros; en el caso del mayor retirado, el protagonista, ante el paso de un desfile, intuye cual ha sido su unidad y el batallón de caballería al cual perteneció.

Todo el trayecto narrativo de la obra viene señalado por las lecturas que el protagonista transitó y transita, entre otras: los 40 volúmenes de La comedia humana y varias ediciones de la Biblia y textos religiosos que, a veces, lee antes de dormirse. Siempre sin perder el objetivo, su norte existencial, escribir.

Hay un soneto de Lope de Vega que aparece en la comedia La niña de plata (III. IV. 306-320) citado por el lacayo Chacón. Ese poema ganó un nombre y se llama "Un soneto me manda hacer Violante", y ganó nombre propio porque, en sus catorce versos explica, qué es un soneto. Alguna vez busqué textos en prosa que tuvieran una estructura semejante, por ejemplo: un cuento que narrara cómo escribir un cuento y me pareció que el que más se aproximaba a esta idea era el relato en mise en abyme "Continuidad en los parques" de Julio Cortázar.

De lo que no me cabe ninguna duda es que Solo, además de un texto exquisito puede ser leído, además, como una novela que explica cómo escribir una novela, completando las tres cartas para el Full de Poker -junto con el texto de Lope de Vega y el de Cortázar-, al que yo agregaría el par: Vida y destino y Metamorfosis para armar la mano de cinco cartas. Juego que todo escritor quiere tener en la mano a la hora de hacer su apuesta. Un verdadero "manual del novelista" que revela, en cada página, las estrategias del protagonista para ignorar la existencia de la fatigada y -valga la aliteración- cacareada "angustia de la página en blanco" o la jeremíaca letanía de "falta de tiempo para escribir". A modo de ejemplo, valga una de las reflexiones del protagonista sobre el satori del acto de escribir: "Cuando llego a mi casa y me pongo ante mi mesa de escribir, revivo... vivo de forma múltiple, todas las vidas humanas que construyo, alegre con los alegres, malo con los malos... y hablo por la boca de los niños, de las mujeres, de los viejos... Es un estado que me provoca una felicidad increíble".

 

Nota bene: Debo agradecer a Luis de Dios Cárdaba, editor de la editorial de culto Mármara y librero que, cuando nos conocimos en la mítica librería La Central de Madrid, me obsequió este hermoso ejemplar en octavo menor de Solo, un martes 4 de julio de 2017. Reconocimiento que no es vano; Solo forma parte de la biblioteca que me llevaría si me tocase vivir en una isla desierta.