De El Golem a Blade Runner 2

Sin darme cuenta, en la primera nota de esta serie, De El Golem a Blade Runner 1 , estructuré mi relato acorde a dos de la fórmulas de las viejas películas mudas de los ’20 y ’30; se seguían en los cines por capítulos semanales y, antes, en el siglo XIX, en las novelas por entregas. La primera: cortar el relato en un momento de suspenso, recurso de probada eficacia en los culebrones televisivos. La otra receta narrativa -también remozada y en uso- es retomar cada nuevo episodio no en el punto exacto donde acabó el anterior sino un poco antes. Así, con cada nueva entrega, se van revelando fragmentos narrativos omitidos en la penúltima. Encontrado el procedimiento narrativo continuaré con él.

En esta serie falta detallar un par de tramos de West World donde los robots violan las reglas que había fijado, para ellos, Isaac Azimov en su relato Yo, robot. Una de las primeras fallas del parque temático de la película ocurre cuando una camarera robot rechaza los reclamos eróticos de un humano. Con esto viola la segunda ley de Yo, robot: Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los humanos. Otro inconveniente surge cuando, en el mundo ficcional del Far West, una serpiente de cascabel mecánica muerde a uno de los protagonistas y viola la primera ley de Azimov: Un robot no puede hacer daño a un ser humano. Percances menores que van mostrando al espectador que lo mejor está por venir.

Más adelante surgen algunas respuestas inesperadas entre los robots en el mundo de la edad media. Inconvenientes que llegan a su clímax en un duelo a espadas, con toda la parafernalia del caso -mesas y cortinas rotas a mandobles, bandejas con comida y copas llenas, ídem o volando por el aire- un caballero robot mata al humano que había ido a divertirse al parque temático.

A partir de este momento, la escena será también vista desde la sala de control donde los técnicos asisten impotentes al cambio de actitud de los protagonistas mecánicos, que están tomando determinaciones propias. Un oportuno corte de luz hace imposible detener lo que se avecina. Los dos protagonistas de la aventura en el Far West, enfrentan a un killer magistralmente interpretado por Yul Brinner. En el duelo, Yul Brinner hiere en un brazo y luego mata a uno de los protagonistas y sale a la caza del otro.

La semejanza del argumento de las películas West World -o El mundo de los robots asesinos- con Parque jurásico es evidente, puesto que Michael Crichton es el autor y guionista de ambas. Lo que hasta ahora ha sido inexplicable en la pérdida del control de los dos parques se explicita en la última: parque temático con dinosaurios reales creados mediante técnicas de manipulación genética. Ha ocurrido lo que uno de los invitados al preestreno del Parque Jurásico, Ian Malcom, el matemático experto en teoría del caos, había anticipado: en determinado momento, las cosas no pueden marchar en la dirección que se había planificado. Lo que el poeta Horacio había anticipado en su Epístola a los Pisones: "¿Se ha empezado a fabricar un ánfora, por qué al correr de la rueda -la del torno de alfarero- sale un botijo?".

Pero ahora el que da la explicación es Ian Malcom, cuando explica el 'efecto mariposa': en sistemas muy complejos, dinámicos y sensibles, pequeñas variaciones en las condiciones iniciales provocan grandes e imprevisibles cambios en el futuro. El término utilizado por Ian Malcom proviene de un proverbio chino: "El leve movimiento de las alas de una mariposa se puede sentir en el otro lado del mundo".

Las mariposas son caras a las ficción cuyo argumento trata con situaciones de alteración del equilibrio cósmico. Una de ellas fue protagonista del relato "El ruido de un trueno", donde el protagonista hace un safari al pasado para cazar un Tiranosaurio Rex -como el que aparece en Parque Jurásico-, la condición: sólo se puede cazar un animal segundos antes de su muerte y sin salir de una plataforma esterilizada; la mínima alteración en el ecosistema puede provocar un cambio catastrófico en el futuro. Uno de los protagonistas, sale del espacio permitido y sin querer pisa una mariposa, lo que provocará su ejecución cuando regrese al presente.

Parque Jurásico y, antes, West World desarrollan variantes del pacto fáustico, en el cual el protagonista, en un trato con el Diablo, solicita algo: eterna juventud, amor, poder, riqueza o conocimiento. En ambos casos se trata del poder y riqueza a través de la aplicación del conocimiento que permitirá al  protagonista crear un mundo o seres vivos a la manera de Dios, como Borges lo explicitara tan bien en su poema "El Golem" (1964).

 

"El Golem".

 

Si (como afirma el griego en el Cratilo)

el nombre es arquetipo de la cosa

en las letras de 'rosa' está la rosa

y todo el Nilo en la palabra 'Nilo'.

 

Y, hecho de consonantes y vocales,

habrá un terrible Nombre, que la esencia

cifre de Dios y que la Omnipotencia

guarde en letras y sílabas cabales.

 

Adán y las estrellas lo supieron

en el Jardín. La herrumbre del pecado

(dicen los cabalistas) lo ha borrado

y las generaciones lo perdieron.

 

Los artificios y el candor del hombre

no tienen fin. Sabemos que hubo un día

en que el pueblo de Dios buscaba el Nombre

en las vigilias de la judería.

 

No a la manera de otras que una vaga

sombra insinúan en la vaga historia,

aún está verde y viva la memoria

de Judá León, que era rabino en Praga.

 

Sediento de saber lo que Dios sabe,

Judá León se dio a permutaciones

de letras y a complejas variaciones

y al fin pronunció el Nombre que es la Clave,

 

la Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio,

sobre un muñeco que con torpes manos

labró, para enseñarle los arcanos

de las Letras, del Tiempo y del Espacio.

 

El simulacro alzó los soñolientos

párpados y vio formas y colores

que no entendió, perdidos en rumores

y ensayó temerosos movimientos.

 

Gradualmente se vio (como nosotros)

aprisionado en esta red sonora

de Antes, Después, Ayer, Mientras, Ahora,

Derecha, Izquierda, Yo, Tú, Aquellos, Otros.

 

(El cabalista que ofició de numen

a la vasta criatura apodó Golem;

estas verdades las refiere Scholem

en un docto lugar de su volumen.)

 

El rabí le explicaba el universo

"esto es mi pie; esto el tuyo, esto la soga."

y logró, al cabo de años, que el perverso

barriera bien o mal la sinagoga.

 

Tal vez hubo un error en la grafía

o en la articulación del Sacro Nombre;

a pesar de tan alta hechicería,

no aprendió a hablar el aprendiz de hombre.

 

Sus ojos, menos de hombre que de perro

y harto menos de perro que de cosa,

seguían al rabí por la dudosa

penumbra de las piezas del encierro.

 

Algo anormal y tosco hubo en el Golem,

ya que a su paso el gato del rabino

se escondía. (Ese gato no está en Scholem

pero, a través del tiempo, lo adivino.)

 

Elevando a su Dios manos filiales,

las devociones de su Dios copiaba

o, estúpido y sonriente, se ahuecaba

en cóncavas zalemas orientales.

 

El rabí lo miraba con ternura

y con algún horror. '¿Cómo' (se dijo)

'pude engendrar este penoso hijo

y la inacción dejé, que es la cordura?'

 

'¿Por qué di en agregar a la infinita

serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana

madeja que en lo eterno se devana,

di otra causa, otro efecto y otra cuita?'

 

En la hora de angustia y de luz vaga,

en su Golem los ojos detenía.

¿Quién nos dirá las cosas que sentía

Dios, al mirar a su rabino en Praga?

 

Las negritas e itálicas resaltadas en el texto son mías y revelan cómo, en el poema, están reveladas las claves de todas las variaciones posibles del pacto fáustico y sus consecuencias imprevisibles, 'efecto mariposa' mediante.

Ars est celare artem (el verdaero arte está en disimular el artificio).

(Continuará)