Pintar poesía

Frente a la pregunta boba “¿qué libro llevaría si se tuviera que quedar solo en una isla?” ─Fogwill respondió alguna vez “un manual para construir embarcaciones”─, me he preguntado qué cuadro llevaría para decorar mi choza en esas circunstancias; la lista de favoritos es extensa, pero ciertamente me quedaría con “Las hilanderas” de Velázquez, por las innumerables asociaciones que cuadro y autor convocan.

El disparador de esta pregunta ha sido la exposición que se inauguró hace poco en el Museo del Prado “Pasiones mitológicas”, de la cual bajé y leí ─y anoté con algunas observaciones─ el archivo PDF del catálogo, también escuché las publicaciones a las que se pueden acceder por YouTube; actualmente espero que se abra la inscripción virtual para poder visitarla por internet. Nueva modalidad de visitar museos en momentos en que la pandemia amenaza con ser interminable.

Esta exposición, ha logrado reunir por primera vez 29 obras, alojadas en museos muy distantes, ligadas al eje temático de la mitología greco latina, y cuya fuente literaria es, en su gran mayoría, Metamorfosis de Ovidio. Estas pinturas tienen como poética, en común, el cambio de actitud de los pintores en los siglos XV y XVI, cuando se inspiraron en temas de la mitología clásica para estos trabajos y, al asumir esa postura, se identificaron con los poetas al decir que “pintaban poesías”. Hasta ese momento, además de retratos, los pintores se habían basado en sucesos históricos o los que por aquellos siglos eran tenidos por tales: pasajes bíblicos o de los apóstoles y que, para el espectador de la época, eran “la verdad”. El movilizador del nuevo enfoque y de referentes a la hora de elegir los temas fue el hecho de que poetas y dramaturgos ─quienes, al igual que los humanistas, leyeron y tradujeron textos clásicos para inspirarse─ eran considerados artistas; mientras que los pintores eran vistos socialmente como simples artesanos, cuyo trabajo era identificado con labores manuales ─i.e. carpinteros o herreros─. La búsqueda de reconocimiento de un nuevo estatus social conllevaba la libertad en la búsqueda de fuentes de inspiración, textos literarios y, también, libertad de interpretación de los mismos. A tal fin, los pintores se fundamentaron en la famosa reflexión de Horacio “ut pictura poesis” (“La poesía es como la pintura”, Epístola a los Pisones, 361) y con ella encontraron la libertad para buscar la inspiración más allá de retratos o sucesos históricos. Así, el tema “poesía” aplicado a la pintura en esta exposición se basa en seis de las representaciones exhibidas, pintadas por Ticiano para Felipe II e inspirado Metamorfosis: Dánae, Venus y Adonis, Perseo y Andrómeda, Diana y Acteón y Diana y Calisto y El rapto de Europa.

Pero la diferencia entre poesía e historia es anterior a Horacio, tres siglos antes Aristóteles le había anticipado la letra a los pintores del siglo XV y XVI cuando reflexionó: “Pues el historiador y el poeta no difieren porque el uno utilice la prosa y el otro el verso (se podría trasladar al verso la obra de Heródoto, y no sería menos historia en verso que sin verso), sino que la diferencia reside en que el uno dice lo que ha acontecido, el otro lo que podría acontecer. Por eso la poesía es más filosófica y mejor que la historia, pues la poesía dice más sobre lo universal, mientras que la historia es sobre lo particular” (Poética, Capítulo 9), y es en este “lo universal” donde los artistas pusieron el énfasis al realizar sus obras. Al visualizar la antigüedad clásica y los relatos mitológicos, los pintores representan los momentos de mayor dramatismo, que “dicen más sobre lo universal”, de los relatos aludidos. Y esta característica ─o enfoque─ se aprecia en el modo de narrar de los dos géneros: por lo general, la obra literaria es lineal, tiene principio, desarrollo y fin; por su parte, la pintura es espacial, muestra un fragmento del hecho narrado. Y este “lo universal” al pintar poesía se puede ver en el tratamiento del tema de Venus y Adonis y cómo tres pintores en menos de un siglo ─Ticiano, 1544; Veronese, 1580; José de Ribera, 1637─ enfatizaron en tres momentos del relato. Veronese lo hará en el tierno reposo de los amantes; Ticiano, en la desesperación de Venus porque sabe que la partida de Adonis lo llevará a su muerte; José de Ribera, en el llanto de la diosa sobre el cadáver de su amado.

De nuevo, puesto en la disyuntiva de elegir alguna obra, ahora de esta exposición, para llevarme a mi choza en una isla desierta, me quedaría con otros dos cuadros de Ticiano exhibidos, ahora inspirados en un texto de Filóstrato. En el siglo II ─“después de”, como dirían los diablos protagonistas de El viaje de los siete demonios de Mujica Lainez─ Filóstrato el viejo, escribió Imágenes (Eikones), allí describe lo representado en 64 cuadros que se hallaban en un palacio de Nápoles; el palacio y las pinturas han desaparecido y no se sabe si esas descripciones o écfrasis son reales o inventadas. Lo que sí queda en claro es que, en consonancia con el espíritu de este libro, todos los cuadros de la exposición “Pasiones mitológicas”, es pintura ecfrástica es decir: describe imágenes a partir de textos literarios.

Y estas dos obras que me llevaría a una isla desierta son dos cuadros de Ticiano: La bacanal de los andrios y Ofrenda a Venus, inspirados en descripciones de Imágenes. Cuando leí el archivo PDF de catálogo volví a visitar mi edición de Imágenes y busqué las referencias. La bacanal de los andrios, corresponde a la descripción 25, “Los andrios” y Ofrenda a Venus a la descripción 6, “Amores”. Que, entre otros, Dalí o Picasso vuelvan sobre pinturas clásicas para recrearlas es una operación estética dentro de la tradición de representación de las imágenes. Pero los pintores de la exposición “Pasiones mitológicas”, partieron de la palabra e inventaron un mundo iconográfico, un paso fundamental para su reconocimiento y libertad como artistas.

Velázquez lo transformará en un manifiesto al colocarse en la centralidad de Las meninas y desplazar a los nobles a un segundo plano.

 





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