Selfie made -¿dead?- man

23 de enero. Acabo de leer en un suplemento cultural un artículo sobre las selfies con una estadística que me quita las ganas de tomarme un Dry Martini con tres aceitunas, diariamente se suben 54 millones de fotos en Instagram y 6 veces más en Facebook lo cual nos da 324 millones. Ahora, un día tiene 86.400 segundos, un año 31.536.00; In altre parole, nos llevaría unos diez años, a razón de una imagen por segundo, para ver las fotos que se suben en un día por las redes sociales. Este introito porque tengo muy presente un artículo que leí en julio del año pasado en Le Figaro. Resulta que un señor de California estaba de paseo por la zona desértica y vio una serpiente de cascabel adormilada. De inmediato, el aprendiz de cadáver desenfundó el celular y intentó una selfie. Ignoraba el otario que las serpientes son sensibles a los cambios bruscos de luz; la cascabel se incordió un poquitín con el flash y afloró la faceta más desagradable de su viperina personalidad. "La ignorancia es fatal, señor Garret" dice el protagonista de un cuento de Ray Bradbury y el aprendiz de cadáver fue a dar a un hospital donde se tuvo que hacer un tratamiento con suero antiofídico a razón de 5.000 dólares la dosis más costes de internación 150.000 -one hundred and fifty grands- por una selfie fallida. Las fotos del brazo del frustrado selfie made man, parecen calcadas de la descripción de la picadura de una yaracusú que hace Horacio Quiroga -que de víboras venenosas sabía- en "A la deriva." -cuando yo era chico decían que a los niños, a los borrachos y a los gilipollas los protegía Dios; estoy convencido que con las selfies Dios mira para otro lado-. Esta nota en Le Figaro se viralizó y proliferaron los artículos sobre el tema en diarios europeos; conclusión: el candidato a primer puesto en el Record Guiness por muertes a causa de selfies es Rusia, fundamentalmente adolescentes: hasta un punto tal que el gobierno ruso ha hecho un poster con la misma iconología y diagramación que se puede ver en los subterráneos indicando 9 casos de selfies vedadas: en torres de alta tensión; edificios altos, escaleras, pendientes y acantilados; con animales salvajes; apuntándose con armas de fuego, o peor aún, apuntando a otra persona -primer axioma de los tiradores serios "las armas las carga el diablo y las descarga un pelotudo"-; colgando de vehículos en movimiento o frente a uno que se acerca. Las sugerencias llegaban más lejos, no a las selfies con palo en descampado en días de tormenta eléctrica -Benjamín Franklin y el pararrayos I presume-.

Como precuela, el mismo suplemento cultural donde acabo de leer el artículo de las selfies publicó en su entrega de la semana pasada una entrevista al antropólogo británico Robin Dunbar creador del "número de Dunbar" que nos explica cómo un individuo normal puede mantener relaciones estables con alrededor de unas doscientas personas a lo largo de su vida. Ciertamente que las redes sociales tienden a incrementar de manera notable esa cantidad buscando afinidades comunes y, dentro de ellas, las imágenes tienen un valor muy importante. En lo personal, creo que hay sentimientos expresados en palabras que no caben en la página web de magnumphotos.com., como aquellos versos de Lope: Desmayarse, atreverse, estar furioso, / áspero, tierno, liberal, esquivo, / alentado, mortal, difunto, vivo, / leal, traidor, cobarde y animoso. Por no hablar de esotros gongorinos: Si mucho poco mapa le despliega, es mucho más lo que, nieblas desatando, / confunde el sol y la distancia niega.

En lo personal los dos artículos, el de la importancia de las redes sociales y la comunicación y el del número de Dunbar, me recuerdan a otro Dunbar, John Dunbar, el de la película Danza con lobos, que al no disponer de redes sociales debe acudir a otros ingenios para comunicarse con los otros, para convertirse en una suerte de Droctulft borgeano y asimilarse a su modo de vida. Porque las palabras y las imágenes deben contribuir a que nos entendamos y volvamos más sabios o sensibles con las experiencias compartidas, esto incluye, entre otras cosas, sabores, ceremonias íntimas o románticas, lecturas, películas, cuadros, noticias, lugares y amigos nuevos. No para siniestros pactos suicidas, dentro de una sociedad de irresponsables que compiten para ver quien se mata de la manera más imbécil por lograr la foto más osada. Foto que en pocas horas se perderá en el tiempo "como lágrimas en la lluvia" -y esta palabras hay que verlas en la actuación y voz de Roy Batty frente a Rick Deckard en la película Blade Runner-; en un universo de 54 millones de fotos diarias en Instagram y seis veces más en Facebook.