Pobres cosmopolitas

 



 

7 de abril, jueves. Se me cruzan tres fotos -una que vi años atrás, las otras, hace poco-, un libro que he empezado a leer y la historia -que sigo desde que comenzó el conflicto- del atolladero, cada vez más cenagoso, de los integrantes del "espacio de Schengen". La primera foto -bellísima desde el punto de vista compositivo, al que le interesa la puede googlear- es de John Stanmeyer, ganadora del premio World Press Photo 2014, y nos muestra a unos migrantes africanos levantando sus teléfonos celulares hacia la luz de la luna, en busca de una débil señal para comunicarse con sus parientes; el paraje: la costa de Djiboutí, lugar de paso de los que, viniendo desde Africa oriental, buscan llegar a Europa. La segunda foto -googleable-, también nocturna y ganadora del premio World Press Photo, pero de 2016, es de Warren Richardson y muestra a un padre sirio que ha atravesado un hueco en una barrera de alambre de púas y una madre que le tiende el bebé; el lugar: la frontera entre Serbia y Hungría. La tercera, o terceras porque son varias -idem-, de hace unos 15 días muestra a refugiados sirios, pakistaníes y afganos intentando cruzar el río Suva Seka para pasar de Grecia a Macedonia, las frías aguas no estimularon ni ayudó en el cruce, no obstante los refugiados lo lograron -salvo un dato estadístico: varios se ahogaron-, pero fueron cazados a lazo y, todavía empapados y ateridos, devueltos a Grecia.

El libro que estoy leyendo es O cosmopolitismo do pobre de Silvano Santiago y de él rescato esta idea de pobres cosmopolitas, la inversión es adrede, "pobre cosmopolita" puede sonar despectivo; pero también me hizo pensar en aquellos pobres que serán aún más desgraciados al volverse cosmopolitas. Y esta lectura se suma a las varias que vengo acumulando en las últimas semanas a raíz del problema de los refugiados sirios que, de Grecia, serán devueltos a Turquía, para ser "permutados por otros que no haya entrado, a razón de dos por uno". O sea, si mal no entiendo, "te mando dos ilegales a cambio de un ilegal", pero ocurre que, también Grecia necesita algo así como 4000 expertos (jueces, policías y técnicos administrativos) para mandar de vuelta a Turquía a los emigrantes "malos" a cambio de los "buenos" -ojo, hablo de seres humanos, no de colesterol-. Toda esta historia ocurre en el marco de esa figura retórica o eufemismo llamado el "ajedrez de la política internacional" -me atrevería a decir que es una metonimia-: la expresión suena muy bien a los fines de los analistas políticos; pero, a los que están sobre el escaque, les suena a toque a degüello. La mitad de las piezas del tablero de ajedrez son peones, al final del juego alguno se puede metamorfosear en reina. Pero en el ajedrez hay reglas. El "ajedrez de la política internacional" atufa a tramposo, mejor, sin reglas, mejor aún: "la primera regla, no hay reglas". Estoy convencido que, en esta variable de "ajedrez político internacional", los jugadores tahúres esconden debajo de sus mangas, ya que no ases, oblicuos alfiles y saltones caballos, para poder sortear vallas legales. Ya que de ajedrez hablamos podríamos decir que esta vez los muchachos de "espacio de Schengen" están en zugswang.

Porque esta película la hemos visto y es una remake; en los 80 y los 90 fueron los boat people del sudeste asiático; antes, los que intentaron llegar a Palestina después del holocausto; antes, los que intentaron escapar del holocausto y de la guerra civil española. Hasta hace poco fueron balseros. Ahora tenemos las pateras, los que se descalabran al intentar saltar las cercas erizadas de púas en Ceuta y Melilla, los que se ahogan camino a la isla de Lampedusa; están los que se suben al "tren de la muerte", luego de cruzar el Suchiate, para hacer un largo recorrido e intentar cruzar un muro. El "espacio de Schengen" está construido sobre terreno cenagoso, el surgimiento de derechas nacionalistas está inclinando a los políticos "progre" a pensarlo dos veces antes seguir siendo "progre", los votos mandan. Por de pronto, han encontrado una solución precaria, los países que los separan de Grecia y los que están obligados -o aspiraran a unirse al "espacio de Schengen"- les harán el trabajo sucio de no dejar entrar a los pobres cosmopolitas; ellos jugarán de "policía malo" en esta historia. Mientras tanto, Frontex espesa sus telarañas, no pasa el contrabando, pero los contrabandistas siguen haciendo su agosto y, a sabiendas que serán detenidos y devueltos esposados a Turquía, hay quienes se siguen arriesgando a cruzar de Turquía a Grecia. "Ajedrez político internacional", más bien el borgeano "Dios mueve al jugador, y éste la pieza. / ¿Que dios detrás de Dios detrás de Dios, la trama empieza...?

Pero a mí esta historia me recuerda a "Canción de cuna para un gobernante" de María Elena Walsh, por aquello de: "duerme tranquilamente que viene un sable / a vigilar tu sueño de gobernante... duerme mientras arriba lloran las aves / y el lucero trabaja para la cárcel.